Una palabra recorre América Latina, resuena con fuerza y contundencia esa palabra es Feminismo.

Palabra que durante algún tiempo ha estado en boca, o frente a los ojos, de muchas y muchos de nosotros; en torno a ella se han protagonizado acalorados debates en el mundo alterno de las redes sociales. Algunos de ustedes sentirán un escozor al escuchar esa palabra, por asociarla con mujeres vestidas de negro  y armadas con spray.

Habré de abrir este texto diciendo dos cosas, no existe El Feminismo sino feminismos, plurales, diversos incluso confrontados; hablar sobre el feminismo es una tarea necesaria en nuestro momento histórico y en nuestro país.

Nadie se sienta apenado o se sonroje frente a la duda sobre el significado del feminismo, puede que la no delimitación del vocablo antes que un problema de comprensión sea una condición afortunada y una muestra de su potencia, de su capacidad para llegar a ser; señalé con antelación  que no nos enfrentamos a un fenómeno terminado que dada su concreción pueda ser definido, encontramos por el contrario discursos, teorías, acciones, etcétera, en proceso, es decir en construcción, modificación y transformación de acuerdo con las emergencias espacio-temporales.

Se cuanto amamos las definiciones, y lo frustrante que puede ser leer un texto y no encontrar ninguna, sin embargo a veces, quizá más veces de las que quisiéramos conceder, es mejor no definir, sino interrogar; me parece que el crisol denominado feminismo se ha entregado por completo al cuestionamiento: sobre la construcción del género, el tipo de relaciones que esas codificaciones han generado, las cuales han sido, y son de subordinación y exclusión; sobre la posibilidad de reconstruir el significante mujer, ente muchas otras. De modo que si los feminismos son algo, son apuestas críticas, interrogación, acciones interrogativas, cuyos ejercicios imaginan otras formas de pensar, de vivir, de decir y de actuar desde la división genérica femenino y más allá de ella.

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Fotografía de OpenClipart

Señalé que el género produce relaciones, mismas que han sido de subordinación y exclusión, para muchos esto puede sonar exagerado pero si hacemos un breve recorrido por la historia quizá esa impresión se modifique. Pensemos en la ciudadanía, concepto que hemos abordado en escritos anteriores, dicho surge a raíz de la llamada revolución francesa con la carta de los Derechos del hombre y del ciudadano, que proclamaba la igualdad ante la ley de, como usted bien leyó, los hombres; la igualdad reclamada se hacía extensiva únicamente a los varones, dejando de lado a las mujeres; esto implicó excluirlas de la esfera pública,  mantenerlas sujetas al hogar y por tanto al ámbito de lo privado, que cómo sabemos se han pensado en oposición a lo público.

Una de las búsquedas del feminismo ha sido la acción pública de las mujeres, su inclusión en la toma de la palabra, de la discusión y de la calle; discusión sobre los asuntos comunes a todos, pero ante todo  lo concerniente a las mujeres y lo femenino. La posibilidad de participar de la condición de ciudadanas se hizo posible por la presión de las sufragistas, la posibilidad de decidir sobre la reproducción nos ha sido legada por otras mujeres.

 

Fotografía de OpenClipart

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En el momento actual a algunos de los feminismos les ha tocado, y el verbo se aplica aquí de manera literal, hacerse cargo de las violencias, por tanto, muchos de ellos han centrado su acción en mostrar, resistir y combatir los ejercicios de maltrato y crueldad que se ejercen sobre los cuerpos femeninos, los cuerpos de mujeres adultas, de niñas, de mujeres transexuales.  A eso me refería cuando, en el alba del escrito, señalaba su urgencia en el momento actual. La gravedad de la situación ha requerido inventar un vocablo que de cuenta de ello, Feminicidio, es decir, el asesinato de mujeres (de cuerpos femeninos) por el hecho de serlo, frases como “si no eres mía no eres de nadie” nada tiene que ver con los celos, sino con la convicción de que los cuerpos femeninos pueden ser apropiados, es decir, propiedad de alguien. De acuerdo con la CEPAL (comisión económica para América Latina y el Caribe)  en 2019 de los 25 países con mayor número de asesinatos de mujeres -por el hecho de serlo- trece se encuentran en América Latina, dato escalofriante para los habitantes de este continente.  Cabe señalar que el asesinato es una de las múltiples formas de daño, usted lectora, lector, sabrá de muchas otras.

Entonces, cuando piense en feministas recuerde que más allá de las mujeres vestidas de negro y armadas con spray, ha habido y hay sufragistas, feministas comunitarias, eco-feministas, mujeres que pugnas por la reivindicación del trabajo de cuidados, del cuidado y respeto de los cuerpos femeninos, en todas sus variantes, entre muchas más.