El 31 de agosto el celebra el día internacional de la solidaridad, no obstante que la asamblea de las naciones unidas proclamó el 22 de diciembre día de la solidaridad humana, dato importante en tanto permite sostener que la solidaridad puede ampliarse a formas de lo viviente no humanas, e incluso que otras especies establecen vínculos solidarios –en la entrada anterior hablamos de cómo los árboles cooperan entre sí para asegurar su salud y crecimiento. Tal aseveración puede suscitar cuestionamientos y tener detractores, por lo cual habremos de exponer cómo entendemos la solidaridad. Para ello retomaremos algunas ideas comunes al respecto.

Empezaremos por la situación histórica que sirve de base a la celebración, según puede leerse coincide con el aniversario del inicio del movimiento ‘Solidarnosc’ (1980), fundado por Lech Walesa, movimiento que pugnaba por que el Partido obrero unificado polaco reconociera la legitimidad de un sindicato no estatal para el gremio maderero en la Polonia soviética, lugar dónde únicamente se permitían los sindicatos regulados por el estado.

El movimiento de Walesa contaba con el apoyo de Estados Unidos y Reino unido en sus intentos por desestabilizar el bloque soviético, es decir, tenía una agenda que superaba la lucha por los derechos sindicales, y buscaba la toma del poder estatal y la eliminación de contrapesos para el sistema capitalista -posteriormente se convirtió en partido político y ocupó la presidencia de Polonia-.

Desde un punto de vista crítico la solidaridad no tiene como finalidad la toma del gobierno, ni persigue un proyecto de transformación política, del orden que sea, pues no se inscribe en relaciones verticales como las establecidas entre el estado y la sociedad.

Pensamos la solidaridad como prácticas, acciones, relaciones entre miembros de grupos, comunidades, colectivos, etcétera, que constituyen vínculos a través de los cuales se abren espacios de igualdad y cooperación; es decir, son relaciones no jerárquicas y horizontales que se sustraen, o lo intentan, a los discursos y prácticas hegemónicas[1], por ejemplo, la caracterización de los individuos como meros consumidores.

Por lo anterior la solidaridad no es una acción estatal, los Estados están obligados a modificar-mejorar las condiciones en que vive su población, y sobre todo aquellos segmentos que han sido empobrecidos, mediante la generación de políticas públicas, pero éstas no tienen por cometido generar vínculos de apoyo, acompañamiento, resistencia, etcétera.

Por ejemplo el programa Nacional de solidaridad, programa de asistencia social que en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-94), se planteó “el instrumento específico para emprender la lucha contra la pobreza extrema” mediante el apuntalamiento de la educación, la salud, la alimentación, la vivienda y el trabajo, pero, insisto, pavimentar calles o construir viviendas son compromisos estatales, no prácticas solidarias. Además, el programa cayó en el equívoco, muy común, de relacionar solidaridad y pobreza[2],

Desde esta propuesta, la solidaridad no debe ser entendida como altruismo o caridad, en el sentido de dar de comer a los más “desfavorecidos”, recolectar ropa para los pobres o donar para personas con capacidades diferentes, esto puede generar un distanciamiento entre ell@s y nosotr@s, “los pobres”, “los desfavorecidos” marca ya una diferencia/distanciamiento que impide ver lo que tenemos en común, y coarta la posibilidad de generar espacios donde la igualdad sea posible.

Las acciones solidarias no tienen como objetivo palear carencias, por lo cual no se dirigen al menos privilegiado, sino generar relaciones de invención y sostén de una vida en común y de nuevas relaciones con los vivientes”[3], por lo cual sus objetivos se crean y modifican con cada emergencia. El sostén de una vida en común engloba múltiples dimensión de las cuales el aspecto económico y las problemáticas que de él se derivan son parte importante sin lugar a dudas, más no son las únicas; existen por tanto multiplicidad de solidaridades: “de género, étnicas, de clase, políticas y solidaridades transgenéricas, transétnicas, transpolíticas y transterradas[4]”, entre otras, prácticas que se transforman en acciones de cuidados, acompañamiento, resistencias e invención.

[1] Aquellas extendidas en el conjunto de la sociedad y que provienen de los detentores de los poderes político, económico, religioso
[2] Según la ONU éste es un día para actuar y buscar nuevas iniciativas para la erradicación de la pobreza, para ello insta a los estados a debatir y proponer objetivos de desarrollo que pongan fin a esta situación. Pero la pobreza se erradicará con mecanismos y leyes justas que garanticen la distribución de la riqueza, desde nuestro punto de vista ello demanda revisar el actual sistema económico.
[3] ibídem
[4] Martínez de la Escalera y Lindig; Alteridad y exclusiones. Vocabulario para el debate social y político., UNAM-Juan Pablos editor, México, 2013. http://ae.filos.unam.mx/