La alimentación es una preocupación constante para muchos de nosotros. Ya sean madres centradas en dar una nutrición optima a sus hijos, personas que quieren cuidar su peso y mantener una figura atractiva, aquellos que requieren bajar algunos kilos o atraviesan por una enfermedad y deben controlar su dieta. En nuestras sociedades la alimentación es un tema recurrente y en ocasiones llega a convertirse en una obsesión. Pero ¿por qué el factor alimenticio se ha vuelto problemático?

 

Entre múltiples razones podemos resaltar que nunca en la historia de la humanidad hubo tal disposición de comida, en cada esquina tenemos a nuestro alcance productos dispuestos para ser ingeridos, pero desafortunadamente muchos de ellos no satisfacen la necesidad básica de alimentarnos, es decir de suministrar a nuestro cuerpo las cantidades requeridas de proteínas, aminoácidos, vitaminas, hidratos de carbono, etcétera; su estadía en las estanterías satisface, e incluso produce, dulces, salados y efímeros gustos. Esto es, hay mucha comida, pero poca de ella es nutritiva.

 

Encontramos una distinción entre comida y alimento, no toda la comida alimenta; muchos productos comestibles tienen substancias químicas que hacen la función de colorantes, emulsificantes (aquellas empleadas para dar textura o consistencia, “cremosidad” por ejemplo) o conservadores, y pueden llegar a ser nocivos para la salud, pero adolecen de vitaminas, minerales o aminoácidos, substancias que lo ayuden a desempeñar las múltiples funciones que realiza. Otro tanto ocurre con la presencia y cantidad de azúcar, grasas o carbohidratos.

 

Si bien podemos amar el sabor a dulce o la sensación que unas donas nos dejan, estos productos contienen grandes cantidades de azúcar, grasas y calorías, ¿qué pasa cuando comemos mucho de ellos?, en un primer momento podemos subir algunos kilitos, nada que un cambio de talla no pueda hacer soportable, pero si seguimos comiendo, la gordura provoca un mal funcionamiento de los órganos del cuerpo debido a que el cuerpo no puede procesar el sobrante, aunque lo intenta, y en el intento se producen anomalías en el funcionamiento de los sistemas corporales, un buen ejemplo es la diabetes.

 

Sabemos que nuestro país ocupa el segundo lugar mundial en el número de diabéticos, la diabetes es causada por un aumento de la azúcar en sangre sostenido durante largos periodos de tiempo; es decir, el cuerpo requiere azúcar (mucha de ella la obtiene de las frutas y no de golosinas, galletas o pasteles) sin embargo, cuando comemos muchas cosas dulces el azúcar se acumula en la sangre y el páncreas (órgano encargado de asimilarla) no logra usarla por completo y se enferma.

 

Ante la evidencia de que ciertos productos no solo no nos nutren, sino que nos enferman, la pregunta ¿qué es adecuado comer? se vuelve pertinente. Para ello debemos saber de qué están hechos los productos que ingerimos, sobre todo aquellos que han sido elaborados en fábricas (alimentos a lo que se llama procesados o ultra-procesados) ya que muchas veces contienen ingredientes que no nos imaginamos, ¿quién podría pensar que, a la mayonesa, la crema, las sopas en lata se les agregan grandes cantidades de azúcar?

 

Para saber que comemos, los gobiernos han obligado a las empresas a poner en las envolturas de los productos los ingredientes, así como la información nutrimental. Actualmente encontramos estos datos en pequeñas tablas, escritas con minúsculas letras y colocadas en la parte posterior de los empaques, explicadas en gramos, de una manera semejante a la siguiente:

 

Tamaño de la porción 4g

Porciones por envase 8.5

Porción por 100 g:

4 g de grasas polinsaturadas, grasas saturadas, grasas mono saturadas, colesterol, hidratos de carbono de los cuales son azucares, lactosa X, etc.

 

Es muy probable que muchos de nosotros al ver estas indicaciones más que certezas tengamos dudas. La situación ha sido advertida y en países como Chile y Perú la forma en que se alerta al consumidor la calidad de la comida que adquirirá es a través hexágonos negros que presentan las leyendas EXCESO de calorías, EXCESO de azucares, EXCESO de grasas trans, EXCESO de sodio, etc., colocados en la parte frontal de la envoltura; éstos anuncian abiertamente si son dañinos para la salud o no.

 

La organización mexicana Alianza por la salud alimentaria ha realizado una fuerte campaña para que este tipo de etiquetados se implementen en México. Entre sus argumentos señalan que la leyenda Alto en presente en el etiquetado mexicano es ambigua pues se entiende como un aspecto positivo del producto, en el sentido de alto en fibra, alto en vitaminas. Aseguran que la leyenda EXCESO es adecuada para advertir posibles riesgos a la salud causados por el consumo de determinado producto, además se asocia a productos poco saludables.

 

Aunado a lo anterior se pugna porque las envolturas o empaques presenten sellos como CONTIENE EDULCORANTES, EVITAR EN NIÑOS; CONTIENE CAFEÍNA, EVITAR EN NIÑOS; se eviten leyendas como Avalado por la asociación de nutrición en productos que tengan uno o más sellos (Exceso de) y se apegue al modelo de perfiles de nutrientes de la organización Panamericana de la salud. Algo de suma importancia, los productos que tengan octágonos no podrán contener imágenes de personajes destinados al público infantil (caricaturas, animaciones) celebridades, ni ofrecer regalos (figuras de acción, carritos, personajes de dibujos animados) como incentivo para consumirlos.

 

Este etiquetado de advertencia fue propuesto al senado para su aprobación y rechazado, lo único que adoptó fueron las formas hexagonales, pero con los datos anteriores. A decir de integrantes de la Alianza por la salud alimentaria, las presiones de las grandes empresas para que la iniciativa no pasara en la cámara de representantes fueron enormes, pues les exige ser claros con sus consumidores, detallar la totalidad de ingredientes que tiene un producto, especificar si la cantidad de azucares, grasas, etcétera son dañinos para la salud e impedir que manipulen a los niños con anzuelos atractivos.

 

De lo anterior podemos concluir dos cosas: nuestro deber de acompañar y vigilar las decisiones en materia de legislación alimentaria, en este tema y muchos otros, dado que nos competen directamente. Así como la importancia de informarnos sobre que comemos, que nos alimenta y que productos pueden enfermarnos, aunque su sabor dulce o salado nos encante. Es decir, requerimos una educación alimentaria que nos permita decidir de manera formada e informada que llevamos a nuestra boca.