“… la vida no puede contenerse, la vida se libera, se extiende…”

Dr. Ian Malcom, personaje en Jurassic Park de Michael Crichton.

Quedarnos en casa ha tenido un impacto ampliamente visible en todo el planeta, pues elimina el efecto de las actividades humanas en los ecosistemas. El efecto más obvio es la contaminación ambiental que altera las funciones y procesos. Ante la ausencia de humanos, la naturaleza está reconociendo o reconquistando los territorios que ya eran suyos. Sin embargo, la naturaleza es resilente. Esta capacidad le permite a los ecosistemas recuperarse de los impactos de las actividades humanas con solo eliminarlos. No estamos solos en este planeta, nos acompañan todos los otros seres vivos y debemos mantenerlo de la mejor manera que haga nuestra existencia posible y sustentable, pero también para el resto de las formas de vida con quienes lo compartimos.

Nunca antes el motor económico que mueve nuestro planeta había sido detenido tan súbitamente. La estrategia de nuestros gobiernos para proteger a la mayor parte de la población ha sido mantenernos en casa. Quedarnos en casa implicó suspender o limitar nuestras actividades económicas principalmente pero también las de esparcimiento. La limitación de estas actividades provocó que quienes podemos quedarnos en casa disminuyéramos el consumo de servicios y en consecuencia, las empresas dedicadas a la prestación de esos servicios vieron sus ingresos disminuidos. Y esto por señalar solo una arista del aparato económico en el que se soporta el desarrollo de nuestras economías.

En todos lados hemos estado leyendo que la última vez que el mundo entero se vio en una situación semejante fue en las guerras mundiales. Fue quizá en 1945, al término la Segunda Guerra Mundial, la última vez que la mayoría de la población se resguardó en sus casas. Desde entonces, ni tú, ni yo, es más, probablemente ni siquiera nuestros abuelos recuerdan haberse quedado en casa, junto con el resto de su comunidad, de su país, del mundo.

La vida se abre camino.

Este bache económico, sumado al aislamiento social que nos mantiene en nuestras casas, ha tenido un impacto no previsto pero ampliamente visible en todo el planeta. Diría Michael Crichton, en su novela que da origen a una de las películas de ficción y aventuras más famosas de la última década del siglo pasado Jurassic Park[1], en la voz del Dr. Ian Malcom “la vida se abre camino[2]”. En la novela, el Dr. Malcom dice algo semejante a “la vida no puede contenerse, la vida se libera, se extiende a través de nuevos territorios…”. Aunque lo que está pasando ahora allá afuera es que la naturaleza está reconociendo o reconquistando los territorios que ya eran suyos, pero que una única especie había tomado para sí y, peor aún, se ha acostumbrado a que sean solo suyos.

Tú, como yo y todos los que tenemos acceso a televisión o internet hemos visto imágenes y videos de pingüinos caminando por las calles en alguna ciudad cercana a sus hábitats, delfines cerca de las bahías, jabalíes en Barcelona, osos negros en los patios traseros de los regiomontanos, pumas y venados en la península de Yucatán, venados en Japón, cabras en Inglaterra, incluso hace unos días la imagen de una medusa recorriendo los canales de Venecia[3]. Todas son imágenes preciosas de las especies con quienes compartimos este mismo planeta y a las que hace cuánto tiempo no habíamos dejado disfrutarlo, al menos no como ahora.

Este período de confinamiento obligado en el que estamos los humanos ha tenido efecto muy rápidamente en el ambiente y los ecosistemas. Aunque aún no hay registros científicos al respecto, probablemente se publiquen en el futuro, todos estos avistamientos “poco usuales” alrededor de todo el planeta dejan una cosa muy clara, el efecto invasivo de los humanos en todo el planeta. Tan intensa y constante es esa invasión que, con unos días sin ella, el resto de los animales con los que compartimos esos espacios han empezado a disfrutar de ellos sin nuestra presencia.

En el texto sobre los incendios forestales en este mismo espacio[4], empecé a hablar de los efectos negativos de las actividades humanas en los ecosistemas. El más obvio es la alteración de funciones y procesos en los ecosistemas como consecuencia de la emisión de contaminantes al aire, suelo y agua. Se ha dicho mucho sobre la contaminación ambiental como resultado de las actividades humanas, y hablaremos a mayor detalle en futuras entregas, desde la debida a la quema de combustibles fósiles, la descarga de aguas residuales a los cuerpos de agua, incluido el mar, y la degradación de los suelos.

La naturaleza es resilente. En esta época de pandemia por el coronavirus que nos ha obligado a los humanos a quedarnos en casa, el ambiente y los ecosistemas han dejado de recibir la presión por nuestra presencia, por nuestro paso y por el ruido de nuestros medios de transporte (automóviles, barcos, lanchas, aviones). Ese vacío humano en los ecosistemas ha incentivado a los otros seres vivos a explorar, recorrer, reconocer esos territorios que hace mucho compartimos. Esos seres se están manifestando y reconociendo esos espacios que erróneamente creemos nuestros. Es evidente también, la capacidad que aún tienen muchos ecosistemas para recuperarse de los impactos negativos del desarrollo humano, con solo eliminarlos. No hay que olvidar que aunque es una característica de la naturaleza, no es infinita. Está demostrado que los ecosistemas tienen un punto de quiebre donde el nivel de deterioro de sus procesos hace imposible su recuperación y tristemente, hemos acumulado varios ejemplos de ello.

¿Los animales están recuperando sus espacios?

Me encantaría decir que sí, sin embargo, nosotros sabemos que este confinamiento va a terminar en algún momento, ya está pasando en otras partes del planeta. Y desafortunadamente los humanos volveremos a nuestras actividades acostumbradas, con nuestros ritmos acostumbrados. Ojalá este confinamiento de verdad nos haga pensar en lo que le estamos haciendo a nuestras vidas, con esta presión a llenar nuestras agendas con actividades que poco nos abonan pero nos quitan tiempo disponible para las actividades más personales, desde estar en casa, preparando nuestros alimentos, hasta aprender a compartir con aquellos con quienes compartimos muestras casas.

Ojalá también nos haga conscientes de que este planeta no es solo nuestro y que no solo es como nosotros lo vemos y utilizamos, por ejemplo, el gran receptor de nuestros desechos, por decirlo de manera elegante. Este planeta no es solo humano, es también de todos los otros seres vivos y debemos mantenerlo de la mejor manera que haga nuestra existencia posible y sustentable, pero también posible y sustentable la existencia del resto de las formas de vida con quienes lo compartimos. Sin olvidar que, además, es gracias a la existencia de esos otros seres vivos, que no solo viven y disfrutan este planeta, sino que su existencia tiene mucho que ver en el mantenimiento de las condiciones que hacen a este planeta habitable para ellos y para nosotros. Ojalá dejemos de ser ese bicho que hace justo lo contrario, deteriorar el planeta incluso poniendo en peligro para su propia existencia.

NOTA: La imagen que acompaña al texto es un oso negro caminando en las calles de Monterrey, Nuevo León en abril de 2020. Tomada de https://www.mexicodesconocido.com.mx/videos-osos-comienzan-a-invadir-casas-en-monterrey.html

[1] https://www.filmaffinity.com/mx/film152490.html

[2] https://youtu.be/O_Glebk6LLM

[3] https://cnnespanol.cnn.com/video/graban-a-medusa-nadando-por-los-canales-de-venecia-pkg-digital-patino/#0

[4] https://www.abanicoblog.com/los-incendios-forestales-en-australia-son-una-evidencia-de-que-la-salud-del-planeta-esta-en-riesgo/